Después de la reciente elección del Papa Francisco, traemos la carta que, con motivo del Año de la Fe, escribía monseñor Bergoglio siendo obispo de Buenos Aires.
Es una oportunidad para conocer a quién, por obra del Espíritu Santo, ha sido designado para guiar la barca de Pedro.
Iniciar este
año de la fe es una nueva llamada a ahondar en nuestra vida esa fe recibida. Profesar la fe con la boca implica vivirla en el
corazón y mostrarla con las obras: un testimonio y un compromiso público. El
discípulo de Cristo, hijo de la Iglesia, no puede pensar nunca que creer es un
hecho privado. Desafío importante y fuerte para cada día,
persuadidos de que el que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionará
hasta el día, de Jesucristo. (Fil.1:6) Mirando nuestra realidad, como discípulos misioneros, nos
preguntamos: ¿a qué nos desafía cruzar el umbral de la fe?
Cruzar
el umbral de la fe nos desafía a descubrir que si bien hoy parece que
reina la muerte en sus variadas formas y que la historia se rige por la ley del
más fuerte o astuto y si el odio y la ambición funcionan como motores de tantas
luchas humanas, también estamos absolutamente convencidos de que esa triste
realidad puede cambiar y debe cambiar, decididamente porque “si Dios está con
nosotros ¿quién podrá contra nosotros? (Rom. 8:31,37)
Cruzar
el umbral de la fe supone no sentir vergüenza de tener un corazón de
niño que, porque todavía cree en los imposibles, puede vivir en la esperanza:
lo único capaz de dar sentido y transformar la historia. Es pedir sin cesar,
orar sin desfallecer y adorar para que se nos transfigure la mirada.
Cruzar
el umbral de la fe nos lleva a implorar para cada uno “los mismos
sentimientos de Cristo Jesús” (Flp. 2, 5) experimentando así una manera nueva de pensar,
de comunicarnos, de mirarnos, de respetarnos, de estar en familia, de
plantearnos el futuro, de vivir el amor, y la vocación.
Cruzar
el umbral de la fe es actuar, confiar en la fuerza del Espíritu Santo
presente en la Iglesia y que también se manifiesta en los signos de los
tiempos, es acompañar el constante movimiento de la vida y de la historia sin
caer en el derrotismo paralizante de que todo tiempo pasado fue mejor; es
urgencia por pensar de nuevo, aportar de nuevo, crear de nuevo, amasando la
vida con “la nueva levadura de la justicia y la santidad”. (1 Cor 5:8)
Cruzar
el umbral de la fe implica tener ojos de asombro y un corazón no
perezosamente acostumbrado, capaz de reconocer que cada vez que una mujer da a
luz se sigue apostando a la vida y al futuro, que cuando cuidamos la inocencia
de los chicos garantizamos la verdad de un mañana y cuando mimamos la vida
entregada de un anciano hacemos un acto de justicia y acariciamos nuestras
raíces.
Cruzar
el umbral de la fe es el trabajo vivido con dignidad y vocación de
servicio, con la abnegación del que vuelve una y otra vez a empezar sin
aflojarle a la vida, como si todo lo ya hecho fuera sólo un paso en el camino
hacia el reino, plenitud de vida. Es la silenciosa espera después de la siembra
cotidiana, contemplar el fruto recogido dando gracias al Señor porque es bueno
y pidiendo que no abandone la obra de sus manos. (Sal 137)
Cruzar
el umbral de la fe exige luchar por la libertad y la convivencia
aunque el entorno claudique, en la certeza de que el Señor nos pide practicar el derecho, amar la bondad, y caminar humildemente
con nuestro Dios. ( Miqueas 6:8)
Cruzar
el umbral de la fe entraña la permanente conversión
de nuestras actitudes, los modos y los tonos con los que vivimos; reformular y
no emparchar o barnizar, dar la nueva forma que imprime Jesucristo a aquello
que es tocado por su mano y su evangelio de vida, animarnos a hacer algo
inédito por la sociedad y por la Iglesia; porque “El que está en Cristo es una
nueva criatura”. (2 Cor 5,17-21)
Cruzar
el umbral de la fe nos lleva a perdonar y saber arrancar una sonrisa, es
acercarse a todo aquel que vive en la periferia existencial y llamarlo por su
nombre, es cuidar las fragilidades de los más débiles y sostener sus rodillas
vacilantes con la certeza de que lo que hacemos por el más pequeño de nuestros
hermanos al mismo Jesús lo estamos haciendo. (Mt. 25, 40)
Cruzar
el umbral de la fe supone celebrar la vida,
dejarnos transformar porque nos hemos hecho uno con Jesús en la mesa de la
eucaristía celebrada en comunidad, y de allí estar con las manos y el corazón
ocupados trabajando en el gran proyecto del Reino: todo lo demás nos será dado
por añadidura. (Mt. 6.33)
Cruzar el umbral de la fe es vivir en el espíritu del Concilio y de
Aparecida, Iglesia de puertas abiertas no sólo para recibir sino
fundamentalmente para salir y llenar de evangelio la calle y la vida de los
hombres de nuestros tiempo.
Cruzar el umbral de la fe para nuestra Iglesia Archidiocesana, supone
sentirnos confirmados en la Misión de ser una Iglesia que vive, reza y trabaja
en clave misionera.
Cruzar el umbral de la fe es, en definitiva, aceptar la novedad de la
vida del Resucitado en nuestra pobre carne para hacerla signo de la vida nueva.
Fiesta
de Santa Teresita del Niño Jesús.
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
No hay comentarios:
Publicar un comentario