Lumen fidei, la luz de la Fe, es la primera encíclica del Papa Francisco. Se trata de un texto que comenzó Benedicto XVI con motivo del Año de la Fe, y que no pudo terminar al renunciar a su Pontificado. El Papa Francisco la firmó el pasado 29 de junio e introdujo algunas aportaciones. El documento está organizado en 60 puntos con la siguiente estructura: una introducción (1-7), cuatro capítulos (8-57), y una conclusión (58-60).
El primer capítulo (8-22) presenta la fe de Jesucristo,
el verdadero “testigo fiable” que revela cómo es Dios y que nos ayuda a verlo
del modo en que él mismo lo veía, como Padre. Pero la fe no es sólo
conocimiento, “es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de
fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios
y los hombres, la historia de la salvación”.
El segundo capítulo (23-36), más práctico, aborda la
relación entre “fe y verdad”, y también entre “fe y amor”. El Papa Francisco
advierte que “la fe, sin verdad, no salva. Se queda en una bella fábula, la
proyección de nuestros deseos de felicidad”. Al mismo tiempo, se traduce en
amor a Dios y a los demás. Por eso, la fe no es intransigente, y el creyente no
es arrogante, sino que practica de modo natural el diálogo.
El capítulo tercero (37-49) se centra en la
evangelización, pues la fe es para difundirla, y en el modo en que todo se
refuerza gracias a los sacramentos del bautismo y la eucaristía.
Por último, el capítulo cuarto (50-57) se refiere al
bien común, es decir, al modo de organizar la sociedad según los criterios de
la fe, con detalles sobre el modo de vivirla en la familia fundada sobre el
matrimonio entre un hombre y una mujer, en las relaciones sociales, en el respeto
a la naturaleza –que es manifestación de Dios- y en los momentos difíciles del
sufrimiento y de la muerte.
En
esta encíclica se habla de la familia como primer
ámbito que la fe ilumina. En el matrimonio, unión estable de un hombre y de una mujer, los esposos pueden prometerse amor mutuo con un gesto
que compromete toda la vida gracias a la fe que nos descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene
y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada. Además,
la fe ayuda a captar la realidad de los hijos porque nos hace reconocer el amor creador y nos confía el misterio de una
nueva persona. (52)
En la familia, la fe está presente en
todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a
fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven
prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de
los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e
importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia. (53)