La necesidad del descanso y la serenidad es algo que viene
pedido por la naturaleza humana. En las primeras páginas del Génesis se nos
dice que: “cuando llegó el día séptimo Dios había terminado su obra, y descansó
de todo lo que había hecho” (2,2). El mismo Jesús invitó a sus
discípulos: “a un lugar solitario para descansar un poco. Porque eran tanto los
que iban y venían, que no tenían tiempo para comer” (Mc 6,31). ¿Qué quiere
decir todo esto? ¡Que las vacaciones no son un invento de la sociedad del bienestar!
Hay dos formas de vivir el tiempo vacacional: la más potenciada
por la cultura hedonista dominante es el “dolce far niente”. Es decir, deja a
un lado la cabeza, el corazón, la conciencia, para vivir la aventura humana del
capricho de moda. Otra manera es la que propone Benedicto XVI “metiendo el
Evangelio en la maleta”, que significa convertirnos en dueños de nuestras
vacaciones, saber valorarla pero nunca mitificarla y descubrir los valores que
encierra esa época del año:
1. El descanso: la fatiga y el afán por el trabajo y otras
ocupaciones, ofusca el criterio de lo verdadero y lo justo. Las vacaciones son
un periodo útil para reponer fuerzas físicas, psíquicas y espirituales que
posibiliten un cambio en los aspectos de la vida que lo requieran.
2. La reflexión: hay que buscar espacio y tiempo para pensar en uno
mismo. No tengas miedo de reencontrarte contigo y vencer la superficialidad que
produce el ajetreo de la vida ordinaria. Para ello, no olvides los Evangelios
que te ayudarán.
3. La alegre serenidad: las diversiones distraen, los viajes alejan
momentáneamente los problemas. Pero la alegría permanente brota de tener la
“casa interior” en orden. Las vacaciones son un tiempo privilegiado para una
“puesta a punto”.
4. La familia: en una sociedad donde trabaja el padre y la madre fuera
del hogar, los hijos gozan poco de sus progenitores. El periodo vacacional
puede estrechar mucho más los lazos familiares, crecer en comunicación entre
sus miembros y ayudar a aquel que más lo necesite.
5. La amistad: las relaciones entre los amigos necesitan su tiempo.
Las vacaciones son un momento propicio para acercar amistades, reparar olvidos,
subsanar malos entendidos, visitar al amigo enfermo y dedicar horas a disfrutar
de las buenas compañías
6. Redescubrir la belleza de la fe: las vacaciones no se reduce a
“campo, mar o montaña”. Hay que saber captar la hermosura de las obras humanas
que nos legaron nuestros mayores. Este tiempo de asueto se puede gastar en
cultivar la sensibilidad hacia nuestro patrimonio histórico, artístico,
cultural y religioso que son expresiones de la vida de nuestros antepasados.
7. El silencio: en él logramos percibir las voces más significativas
para nuestra realización personal. Quienes aprecian el silencio se convierten
en “maestros” del escuchar y comunicar.
8. La oración: tan escasa por las múltiples ocupaciones, es ahora un
momento para mayor comunicación con el Señor y recibir de Él la fuerza y el
estímulo para nuestro camino diario.
9. La creación: en la época vacacional muchas personas tienen más
oportunidad de contemplar y valorar el hermoso espectáculo que cada día nos
ofrece gratuitamente la madre naturaleza donde está tan palpable la huella del
Creador.
10. La solidaridad: en vacaciones nunca se debe olvidar el amor a los
pobres. Ello se manifiesta en el austeridad en gasto y en el compartir,
cuidando y dando compañía a los mayores, apoyando interesantes actividades
sociales y pastorales en zonas.
Artículo de Monseñor
Juan del Río Martín, publicado en Zenit.org
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