La familia es, más que
ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se
experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de
la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no
hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los
conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la
familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se
convierte en una escuela de perdón. El perdón es una dinámica de comunicación:
una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento
expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar. Un niño que aprende en la
familia a escuchar a los demás, a hablar de modo respetuoso, expresando su
propio punto de vista sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo
y reconciliación en la sociedad.
(Publicado en Iglesia en Sevilla, nº 25, 28 de junio de 2015, es una síntesis del mensaje del Papa Francisco para la XLIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.)
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