Nuestro Dios y Señor se encuentra en el Sagrario, allí está
Cristo, y allí deben hacerse presentes nuestra adoración y nuestro amor.
Si asistimos a la procesión, acompañando a Jesús, lo haremos
como aquel pueblo sencillo que, lleno de alegría, iba detrás del Maestro en los
días de su vida en la tierra, manifestándole con naturalidad sus múltiples
necesidades y dolencias; también la dicha y el gozo de estar con Él. Si le
vemos pasar por la calle, expuesto en la Custodia, le haremos saber desde la
intimidad de nuestro corazón lo mucho que representa para nosotros.
Hoy es un día de acción de gracias y de alegría porque el
Señor se ha querido quedar con nosotros para alimentarnos, para fortalecernos,
para que nunca nos sintamos solos.
Aunque celebramos una vez al año esta fiesta, en realidad la
Iglesia proclama cada día esta dichosísima verdad: Él se nos da diariamente
como alimento y se queda en nuestros Sagrarios para ser la fortaleza y la
esperanza de una vida nueva, sin fin y sin término. Es un misterio siempre vivo
y actual.

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