La
alianza matrimonial es una entrega, una donación. Y este es el primer sentido
del matrimonio: yo me doy, como marido, como esposa y recibo como respuesta la
donación de mi cónyuge.
Esta
entrega es una superación radical del egoísmo. Amar es vivir centrado en el tú
y no en el yo. Cuando hay amor verdadero, decir yo te quiero significa: yo te
quiero para hacerte feliz.
Amar
con autenticidad no es renunciar a la propia felicidad, sino descubrir que mi
felicidad más grande es vivir para hacer feliz al otro. Es la felicidad que
Dios quiere para cada uno de nosotros.
Amar
es estar siempre para el tú, sólo para el tú. En la alianza matrimonial se nos
pide una entrega de toda la persona y para siempre: una entrega total y
permanente.
Por
otra parte, en la celebración del Sacramento del Matrimonio consagramos
nuestras vidas al otro, ahora y para siempre.
No
solamente queremos caminar juntos, compartir toda la vida, hacernos
responsables el uno por el otro, sino que hay también un derecho mutuo. El otro
tiene derecho a mi amor, mi apoyo, mi tiempo, tiene derecho a que yo luche por
alcanzar su felicidad.
Esta
conciencia de consagración debería ser tan fuerte como la que tiene un sacerdote
o una religiosa que ha entregado su vida a Dios. Y lo mismo que el sacerdote o
la persona consagrada usa un distintivo externo -un hábito, una cruz- que
recuerda este carácter de pertenencia a alguien, así también los esposos tienen
ese distintivo.
Este
es el sentido de nuestro anillo de
casamiento, nuestro anillo matrimonial, nuestra “alianza”. No es un
adorno, sino el símbolo de una consagración. La persona que lleva anillo
da a conocer su carácter de comprometido, de aliado, no sólo ante el cónyuge,
sino también ante los demás.
A
veces justificamos con múltiples razones el no llevar siempre el anillo de
casados pero qué importantes son los símbolos y qué gran significado tiene este
anillo: nos recuerda el amor, la presencia, la fidelidad del cónyuge en cada
circunstancia.
¡Que
seamos coherentes en nuestra vida cristiana y mostremos a todos nuestro
compromiso contraído cuando dijimos sí en nuestros matrimonios!
(Extraído del texto del padre
Nicolás Schwizer, El espíritu de la alianza matrimonial.)
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