En estos días compartimos la alegría de la presencia viva de Dios entre nosotros. La Iglesia mantiene sus brazos abiertos a todos los hombres como reflejo de lo que hizo Jesucristo y la comunidad de creyentes se convierte en esa familia donde cada miembro tiene su lugar correspondiente.
Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1, 14). Reflexionemos en la fiesta del Corpus Christi sobre lo que nos dice la Palabra en tres momentos determinados:
Mt. 5, 23-24. La reconciliación con los hermanos.
Lc. 15, 11-31. Un Padre misericordioso.
1 Cor. 12, 12-31. Miembros de un solo cuerpo.
Que la oración y la contemplación nos lleve a la vida plena en Cristo.
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